domingo, 5 de julio de 2015

Rebatiendo el Psicoanálisis: La Represión

Para empezar: ¿qué es la represión? Sólo ésta pregunta ya tiene una cierta complicación. Esto es debido a que el concepto original, igual que muchos conceptos psicoanalíticos, tiene definiciones abstractas e incluso se usa de forma diferente según la situación. Esto no puede ser de otra forma, precisamente debido a que el psicoanálisis siempre juega la baza de la interpretación y la subjetividad. Teniendo esto en cuenta, sí podemos establecer ciertas características que el concepto de represión suele cumplir (Singer, 1995):
  1. Se refiere al olvido selectivo de algo que de alguna forma nos hace daño.
  2. No está bajo control voluntario.
  3. La información reprimida no se pierde, sino que está almacenada en el “inconsciente”, y puede ser recuperada si la ansiedad asociada a dicha información se elimina.
La investigación para averiguar la validez de este concepto en concreto no es ni mucho menos reciente. De hecho debemos llevar alrededor de 80 años o más de investigación desde que se empezó a intentar estudiarlo de forma científica. En todo ese tiempo nunca se ha encontrado una evidencia científica y empírica de que el concepto de represión exista realmente. Por supuesto, existen estudios que han intentado demostrarlo, pero ninguno ha conseguido ser suficientemente convincente científicamente como para que se haya considerado. Estos estudios siempre han sido objetivos de muchas críticas de todo tipo, sobre todo metodológicas, tanto que obviarlas y usar esas investigaciones como pruebas supuestamente “irrefutables” sobre la existencia de dichos conceptos, personalmente me parece poco honesto.

Por supuesto, aunque no haya evidencia de la represión como tal, sí hay evidencia de otros procesos e incluso regiones cerebrales que si son dañadas, la percepción y al recuerdo se pueden ver afectados. Pero es muy importante no confundir la evidencia de éstos con la supuesta evidencia de la represión (Singer, 1995). Son cosas muy diferentes.

Ya desde los años setenta (Holmes, 1972) aparecen estudios muy reveladores, que echan por tierra las investigaciones anteriores que apoyaban el concepto de represión, argumentando que los resultados que aparentemente encuentran no se deben a la represión, sino a las interferencias que producen en la memoria las tareas que hacían en dichas investigaciones, y a una mala atribución o interpretación de los resultados por parte de los investigadores.

Eysenck y Wilson (1980) realizaron hasta una recopilación de las investigaciones que en teoría estaban mejor fundamentadas sobre el psicoanálisis (entre los diferentes temas figura la represión), para después comentar cuáles son los errores y críticas que se les pueden hacer, desde el tratamiento estadístico hasta las interpretaciones alternativas con más evidencia científica de los resultados.

Os voy a poner un ejemplo de una de esas investigaciones que se proponen como evidencias científicas del concepto de represión. Talarn (2004) afirma que existen pruebas científicas, dentro del campo de las neurociencias, que apoyan la existencia de diversos conceptos psicoanalíticos, como por ejemplo del concepto de represión.

Existe un estudio (Anderson et al. 2004) en el que se afirma que la corteza prefrontal lateral podría ser capaz de intervenir de alguna forma sobre el proceso de formación de recuerdos del hipocampo. Esto es una hipótesis que hacen, al haber estudios que relacionan dicha corteza con procesos como la detención de respuestas motoras o la superación de interferencias en una serie de tareas cognitivas. Este proceso de “eliminación” o “alteración” del recuerdo, es lo que, para los psicoanalistas, apoya el que una persona supuestamente pueda “reprimir” de una forma “inconsciente” algún recuerdo.

En esta investigación dicen usar el “paradigma think/no-think”. Este paradigma, que intentaron probar por primera vez Anderson y Green (2001), nos dice que supuestamente existe algún tipo de mecanismo con el que contamos las personas para inhibir los recuerdos que no queramos. La prueba en la que se basan consiste en enseñarles a los sujetos pares de palabras que, en un principio, no tienen relación entre sí (por ejemplo mesa/gato), y pedirles que las recuerden, de forma que cuando les enseñen la primera, tengan que recordar la segunda. Después de darles tiempo para que aprendan las palabras y antes de pedirles que las recuerden, lo que les piden es que no piensen en las palabras. Lo que supuestamente encontraron es que cuanto “menos pensaban” en las palabras, más probable era que no las recordaran. Lo olvidaban incluso cuando las palabras sí que tenían relación entre sí (por ejemplo animal/gato). Lo que, según ellos, es la prueba de que tenemos ese mecanismo para inhibir recuerdos.

Sin embargo, hay estudios (Bulevich, Roediger III, Balota y Butler, 2006) que no han conseguido replicar ese paradigma, aun intentando reproducir las mismas condiciones que la investigación original, lo que parece indicar que el fenómeno de la supresión del paradigma think/no-think no es muy robusto experimentalmente. Además sugieren que los resultados que obtuvieron en el estudio original pueden ser explicados por la Interferencia Retroactiva. Este es un fenómeno que ocurre cuando una nueva información aprendida interfiere e impide el recuerdo de la información aprendida previamente. ¿Qué quiere decir esto? Que si en el espacio de tiempo que hay entre el aprendizaje inicial de la información y el momento de recuperar o recordar esa información (intervalo de retención), haces que la persona haga otras tareas, se van a producir interferencias significativas con la información que se ha intentado aprender. Es decir, que habrá una tendencia a no recordar bien esa información inicial. En el estudio original, cuando les decían a los sujetos que no pensaran en las palabras, lo que realmente estaban haciendo es poner una tarea distractora en el intervalo de retención, produciendo así interferencias en el recuerdo. Probablemente lo que hicieran los sujetos de la investigación fuese tratar de pensar en otra cosa o algo similar, es decir, una tarea distractora. Sólo que los investigadores atribuyen esa interferencia en el recuerdo a, digamos, “la voluntad del sujeto de querer suprimir su recuerdo” y no a la tarea distractora que, sin saberlo, les han pedido hacer. Es sencillamente una mala atribución de los hechos por su parte.

Por esta razón, el estudio de Anderson et al. (2004) en el que afirman que la corteza prefrontal podría ser la causante de la inhibición de los recuerdos, está usando como válido un fenómeno que no está bien probado experimentalmente, que es el de la supresión del paradigma think/no-think, y del que además hay explicaciones alternativas verdaderamente convincentes y muy estudiadas, como es la interferencia retroactiva. Este fenómeno ha sido estudiado multitud de veces, con el fin de entender su funcionamiento: por ejemplo (por comentar un par de estudios que he encontrado), para saber hasta qué punto el contexto en el que se produce influye en él (García-Gutiérrez y Rosas, 2003) o si el mayor o menor aprendizaje de la información inicial y/o la información intercalada puede afectar a la interferencia retroactiva (Bauml, 1996). Estos hechos le restan bastante peso experimental al estudio de Anderson et al. (2004) y sin duda es un problema enorme como para obviarlo y afirmar que es una prueba científica del concepto de represión.

Creo que, como Singer (1995) sugiere, después de haber intentado hacer tantos estudios e investigaciones sin conseguir evidencia que sustente esta teoría, puede ser el momento de pasar página, abandonar dicha teoría o como poco cuestionarla muy seriamente; teniendo en cuenta que evidentemente nadie puede probar la hipótesis nula de este concepto, es decir, no se puede probar que la represión no existe (igual que no podemos probar que Dios no existe), pero después de tanta investigación sin resultados, creo que es razonable preguntarse si merece la pena seguir por ese camino.


Bibliografía

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