viernes, 26 de julio de 2013

¿Qué es la psicología? Algunos mitos II: "Los psicólogos sólo hablan y usan el sentido común"

Para continuar con el artículo anterior, vamos a hablar de otro grupo de mitos, que son los siguientes:

“Lo único que hacen los psicólogos es hablar”, “La psicología solamente es sentido común”, “Cualquiera puede hacer de psicólogo”.

La opinión de que el conocimiento psicológico preciso es sencillamente sentido común está muy arraigada. En su artículo sobre el escepticismo hacia la psicología, Lilienfeld (2012), recopila una serie de ideas originarias del sentido común (entre paréntesis el porcentaje de personas que lo creían cierto en una serie de estudios, y a continuación he agregado la explicación):

Expresar la ira reprimida reduce la ira (66%).
De hecho expresar la ira directamente hacia una persona o indirectamente (hacia un objeto) aumenta la ira, es como echar más leña al fuego (Lilienfeld et al. 2010). Como mucho podría ser constructivo si va acompañado de técnicas de resolución de problemas para eliminar la ira. Pero podrían ser más útiles las técnicas enfocadas a la adquisición de habilidades de enfrentamiento, asertividad, etc. ¿Por qué se piensa entonces que expresar la ira es bueno? Porque cuando se libera la ira, esto conlleva un refuerzo inmediato que te hace sentir bien, y esto se asocia mal al hecho de estar liberando la ira. De hecho podría explicarse de forma sencilla mediante el condicionamiento operante (para los no profanos): el estímulo discriminativo es aquel que desencadena la ira, a lo cual le sigue una respuesta, que es liberar la misma actuando de forma agresiva (física o verbalmente), que tiene un consecuente que puede ser, por ejemplo, la disminución de la activación o de la ansiedad que le estaba produciendo esa situación. Esto va a actuar como un refuerzo negativo, consiguiendo aumentar las posibilidades de que ante una situación que le vuelva a producir ira, la persona responda de forma agresiva. Es decir (para los profanos), que el resultado más probable de esta práctica no es que se llegue a controlar la ira, si no que se aprenda a responder de forma agresiva automáticamente cuando se siente ira.

Los comportamientos extraños son especialmente probables cuando hay luna llena (65%).
Esta es una creencia bastante popular y que incluso permanece en profesionales de la salud. La luna no tiene ningún efecto significativo sobre el comportamiento de las personas. Una de las razones que se suele utilizar para justificar esta creencia es que al igual que la luna afecta a las mareas, nos puede afectar a nosotros, ya que estamos compuestos de agua mayoritariamente (Lilienfeld et al. 2010). Este argumento no se sostiene, porque de hecho las mareas se ven afectadas por la distancia que hay entre la Luna y la Tierra, no por las fases lunares, y la influencia gravitacional es igual tanto si estamos en luna llena como en luna nueva. La explicación de esto se puede deber a lo que se llama correlación ilusoria, que es la falsa percepción de una asociación entre dos sucesos. Concretamente se puede explicar por la falacia de los casos positivos, es decir, si una noche con luna llena se da la situación de que hay muchos nacimientos, lo recordaremos con más facilidad, pero sin embargo si no sucede nada especial no lo recordaremos, de tal forma que tendemos a recordar los sucesos que confirman nuestras hipótesis, pero no los que no las confirman.

Escuchar la música de Mozart aumenta la inteligencia (40%).
Esta es una idea bastante extendida, no sólo con Mozart, sino con la música clásica en general, que muchas veces se aplica también a los bebés, a los recién nacidos o incluso a los que todavía no han nacido. Escuchar música no mejora la inteligencia de ninguna manera, por mucho que se empeñen algunos. Una posible explicación de esto es la diferenciación entre correlación y causalidad, es decir, que dos cosas estén relacionadas de alguna manera, no significa que una cause la otra (Lilienfeld et al. 2010). Parece bastante sencillo, pero es tema de numerosas confusiones. Por ejemplo, algunos estudios (Lynn, Wilson y Gault, 1989), muestran que parece haber una relación positiva entre el talento musical y el cociente intelectual, pero no se habla de causalidad. Podemos dar una posible explicación más concreta de por qué se piensa esto: la excitación a corto plazo. Cualquier incremento en el estado de alerta puede contribuir a mejorar una tarea mentalmente exigente, pero estos efectos no se mantendrán durante el tiempo. De hecho bebiendo una taza de café conseguimos los mismos efectos (aunque personalmente preferiría escuchar a Mozart).

Estos datos, y muchos otros similares, sugieren que dejar al sentido común estas cuestiones es, como mínimo, poco recomendable. Estas ideas pueden influir a muchos niveles y resultar muy negativas, como explica Lilienfeld (2012), poniendo de ejemplo un famoso juicio en Norteamérica, en el cual el juez desestimó la declaración de expertos psicólogos en cuanto al funcionamiento de la memoria, debido a que, según él mismo, "los miembros del jurado pueden confiar en su sentido común para determinar cómo funciona la memoria".

Estos errores en nuestras explicaciones demuestran por qué la investigación en psicología es tan necesaria. Y es que sólo preguntar a las personas por qué actúan de esa forma puede resultar engañoso, no porque el sentido común sea erróneo en general, sino porque se manifiesta después de que sucedan los hechos (Myers, 2005). Es mucho más fácil describir lo que ha ocurrido que predecir lo que sucederá. Esto es lo que se llama sesgo retrospectivo, es decir, la tendencia a creer, después de conocer el resultado, que éste era obvio o que lo podríamos haber predicho con facilidad. Hay muchos estudios al respecto, pero Myers (2005) nos pone un ejemplo muy bueno. Si a la mitad de un grupo de personas les dijéramos “Los psicólogos han averiguado que la separación debilita el amor: ojos que no ven, corazón que no siente”. Probablemente la mayoría de las personas dirían que este hallazgo no es nada sorprendente o que era evidente. Y si a la segunda mitad de las personas les dijéramos: “Los psicólogos han averiguado que la separación refuerza el amor: la ausencia del amado inflama el deseo”. La mayoría de personas lo considerarían una afirmación que podrían explicar basándose en el sentido común. Lo cierto es que pecamos de un exceso de confianza. Si viéramos la solución de un anagrama como es el siguiente: “EMOAR”, muchos pensaríamos que era evidente y que habríamos tardado mucho menos en resolverlo de lo que de verdad tardaríamos (la solución está al final del artículo).

El tratamiento psicológico

Entonces cuando vas a la consulta de un psicólogo clínico, ¿qué es lo que hace? Esta es una pregunta con una respuesta un poco larga, pero para empezar hay que dejar claro que hablar es un medio para conseguir información y no un fin como a veces se tiende a pensar. Un tratamiento psicológico es una intervención para resolver un problema de una persona. El problema debe ser de carácter psicológico, es decir, relativo al comportamiento del individuo en su interacción con el medio (Froján y Santacreu, 2008). Cuando hablamos de problema de carácter psicológico no estamos dejando de lado la parte, digamos, biológica del individuo, ya que las dos están irremediablemente interrelacionadas y unidas. Por ejemplo, cuando estamos nerviosos o con miedo, y a la vez tenemos palpitaciones y respiramos con más intensidad. Esto no se puede separar como tal en la realidad. Un psicólogo, por tanto, intentará cambiar el comportamiento de una persona si ese es su deseo.

Lo que caracteriza a un problema psicológico es sobre todo que afecte a la persona totalmente y le impida llevar una vida satisfactoria. Es decir, el individuo tiene que valorar su propio comportamiento como problemático en algún sentido. Para resolver un problema psicológico hay que entender bien en qué consiste, por qué y cuándo se produce, de qué depende, qué consecuencias tiene, cuál es la frecuencia de aparición del mismo, por qué la persona no puede resolverlo por sí misma, etc.

Hay una tendencia que deriva del modelo médico que considera de alguna manera que esta clase de problemas están “en el interior” de la persona, como si fuera un virus o una bacteria. Esto se ve bien con el ejemplo de la depresión. Cuando decimos que una persona "tiene" depresión, lo que queremos decir es que esa persona tiene un comportamiento ineficaz o desadaptativo, con el cual no es capaz de sentirse bien es ese momento y contexto concretos, de forma que si modificamos su comportamiento y deja de sentirse mal, podemos decir que ya no "tiene" depresión (Froján y Santacreu, 2008)Es cierto que la conducta tiene una bases biológicas, pero éstas no la determinan, sólo la permiten. Por tanto éstas variables no influyen de la misma forma que influiría en una persona tener, por ejemplo, el bacilo de Hansen, que te provocaría lepra.

Un psicólogo ha de ser capaz de extraer reglas generales del comportamiento y aplicarlas a un caso concreto. Esto es gracias a las leyes del aprendizaje, que son universales. En psicología no existen procedimientos estándar para casos tipo, como pueden existir en medicina pastillas concretas para ciertas enfermedades. Por eso las clasificaciones psicopatológicas como las de los manuales DSM o CIE no son para nada útiles en este sentido, ya que no puedes coger el libro y decir: “Usted tiene un trastorno distímico” (depresión en esencia), y pretender encontrar el procedimiento exacto y adecuado para solucionarlo. Estas clasificaciones son sólo útiles en un sentido descriptivo y para una mayor facilidad de comunicación entre profesionales, y no se pueden ni se deben utilizar para diagnosticar, ya que no nos ofrecen ninguna información sobre las características del problema de la persona en concreto, ni sobre el procedimiento apropiado a seguir para solucionarlo. Por ello, los profesionales que hacen este uso incorrecto de dichos manuales, contribuyen a la anulación de la intervención psicológica como tal.

Bibliografía

Solución al anagrama: MAREO

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