Por último queda hablar de un mito muy extendido:
“Los psicólogos
son loqueros” o “No voy al psicólogo porque yo no estoy loco”
Probablemente estas sean de las frases que más he escuchado
a las personas en general, en sus distintas variantes. Vayamos por partes. Estas afirmaciones están dando por supuesto que las personas que
van al psicólogo están “locas”. Para empezar, ¿alguien puede explicar qué
significa exactamente “estar loco”? Nunca oirás a un psicólogo usar la palabra
“loco”, por lo menos dentro de un contexto serio. Esto es por dos razones
básicamente: la primera es que “loco” es
una palabra extremadamente imprecisa y desfasada, llegando a tener, según
la RAE, diez acepciones diferentes (sin incluir locuciones adverbiales o
expresiones coloquiales), y además es bastante despectiva en general, con lo
cual no parece muy adecuado usar este concepto en un ámbito científico; y la
segunda razón es que, incluso suponiendo que todos entendamos lo mismo al decir
“loco”, digamos una persona con algún trastorno mental grave, cabe decir que
los psicólogos no se ocupan únicamente de las personas con trastornos mentales o
que tengan conductas inapropiadas o desadaptativas, sino que les interesa toda la conducta en general.
Con relación a este último punto cabría hablar de las
diferentes ramas de la psicología o los diferentes ámbitos en los que puede
trabajar un psicólogo, viendo así que efectivamente un psicólogo no sólo se
ocupa de enfermedades mentales o de conductas anormales. Ya escribí otro
artículo hablando de esto aquí.
Ahora, si nos centramos en el psicólogo clínico, al que sí
le interesan los trastornos mentales de todo tipo o las conductas anormales, la
palabra “loco” tampoco es útil para nada. ¿Llamaríais loco a alguien con
depresión o con ansiedad? No lo creo, puesto que todo el mundo antes o después
en su vida ha estado deprimido o ha tenido ansiedad ante alguna situación determinada.
Por suerte muchas personas son capaces de superar algunos de estos problemas
por sí mismas, puede que porque no lleguen a ser muy importantes o porque hayan
aprendido las herramientas necesarias para salir de ello. ¿Entonces todas las
personas que se hayan sentido deprimidas o con ansiedad, por decir algo,
significa que han tenido un trastorno mental? Evidentemente no. La diferencia
está en que es fundamental que ese
problema te invalide o te impida llevar una vida satisfactoria, y si no es
así, sencillamente no hay ningún problema que resolver.
Para hacernos una idea de lo comunes que pueden llegar a ser
los trastornos mentales, podemos echar un vistazo a los datos de prevalencia de
éstos según Campo-Arias y Cassiani (2008). Se estima que el 32,7% de las
personas sufrirá algún trastorno mental a lo largo de su vida y hasta un 25% se
dará en los últimos 12 meses. En una muestra representativa de seis países
europeos se encontró una prevalencia de vida para cualquier trastorno mental del
25% también. Los datos de una encuesta mundial de salud mental indican que el
riesgo de padecer cualquier trastorno mental puede llegar al 26,4%. Estos datos
están diciendo que entre 2 y 3 personas de 10 sufrirán o sufren un trastorno
mental. Los datos pueden variar bastante dependiendo del lugar también, por
ejemplo, en unos estudios en Latinoamérica se informó de que la prevalencia de
los trastornos mentales a lo largo de la vida es del 45,9%. Es decir, que según
esos datos casi la mitad de la población puede sufrir un trastorno mental a lo
largo de su vida. Esto nos dice que los trastornos mentales son algo
relativamente habitual.
Muchas personas cuando dicen “loco” o escuchan aquello de
“trastorno mental”, piensan inmediatamente en personas psicóticas, con esquizofrenia
o incluso en personas peligrosas e inestables. Esto no es así para nada.
Primero, las personas con trastornos
mentales no son más peligrosas que las personas sin ningún trastorno mental.
El porcentaje de personas violentas sin trastornos mentales es exactamente el
mismo que el de personas violentas con trastornos mentales, es decir, que el
trastorno no influye nada en ese sentido, salvo algunas excepciones muy
concretas. Y segundo, los trastornos
mentales abarcan una gran variedad de problemas, y muchos con los que más
de uno se sentirá identificado en mayor o menor medida, por ejemplo: tics,
depresión, ansiedad, hipocondría, problemas sexuales, problemas de la conducta
alimentaria, trastornos del sueño, fobias, problemas con el juego, tricotilomanía
(arrancarse el pelo), morderse las uñas, trastornos obsesivos-compulsivos, etc.
Seguro que casi todos conocemos a alguna persona que siempre dice que está
enferma o que le pasa algo malo; o personas con tics en los párpados, o que les
tiemblan las manos cuando están en la cola del supermercado y la gente está
esperando a que termine de pagar. Todos hemos tenido ansiedad cuando hemos ido
a algún examen o nos hemos deprimido cuando ha ocurrido algo malo. Todos hemos
pasado malas noches sin poder pegar ojo porque algo nos preocupaba, o nos hemos
hecho “adictos” a un juego, a una comida, a un programa de televisión durante un tiempo. Casi
todo el mundo conocerá a alguien que se muerda las uñas o que se lava mucho las
manos o alguien que cada vez que ve una araña, una serpiente o un ratón salta como
si tuviera un muelle y huye gritando. Pero esto no significa que tengan un
trastorno mental, porque por la razón que sea ese problema no ha ido a más y no
se ha convertido en un problema real, no ha interferido en sus vidas. Pero qué
pasaría si una personas se muerde las uñas hasta sangrar haciéndose heridas
continuamente o tenemos tanta ansiedad ante un examen que directamente no vamos
y por tanto suspendemos siempre; o si no podemos dormir un día sí y otro
también, hasta que nos altera nuestro rendimiento en el trabajo; o si dejamos
de comer o de salir de casa por ver ese programa de televisión que nos encanta;
o te lavas las manos tanto y tan agresivamente que dañas la piel de forma
permanente; o dejas de ir a algún sitio o de hacer algo por miedo a encontrarte
con un ratón por el camino. Entonces puede que sí haya un problema que tratar y
es posible que pudiéramos hablar de trastorno mental.
¿Es necesario tener técnicamente un trastorno mental para
acudir a un psicólogo? Por supuesto que no. Puedes ir a un psicólogo para que
te ayude a dejar de morderte las uñas, o si tienes problemas para dormir
continuamente, si te sientes deprimido por alguna razón, o te sientes incapaz
de afrontar alguna situación que te produce mucha ansiedad o miedo. Por tanto,
las personas que van a un psicólogo es porque tienen un problema, de carácter
psicológico evidentemente, que no pueden resolver por sí mismas y necesitan
ayuda para conseguirlo, sin más.
Bibliografía
- Campo-Arias, A. y Cassiani, C. A. (2008). Trastornos mentales más frecuentes: prevalencia y algunos factores sociodemográficos asociados. Revista Colombiana de Psiquiatría. Vol. 37, 4, 598-613. Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-74502008000400010
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